Posclásico Tardío (1200-1521 d.C.). El dominio mexica

Eduardo Matos Moctezuma

Para la época anterior a la conquista, la Cuenca de México contaba con una enorme población, albergaba a una de las grandes ciudades de la antigüedad –México-Tenochtitlan, capital de los mexicas– y era sede de una poderosa confederación que dominaba buena parte de Mesoamérica: la Triple Alianza, formada por Tenochtitlan, Tacuba y Texcoco

 

Han pasado varios siglos desde que la otrora poderosa ciudad de Teotihuacan fuera abandonada por sus habitantes. Nuevos pueblos tratan de tener el control del Centro de México, entre ellos los toltecas, quienes fundan su ciudad de Tula, en el actual estado de Hidalgo. El poder tolteca se deja sentir en diversas regiones de Mesoamérica y hay quienes piensan que los aztecas o mexicas, en sus inicios, son un grupo más sujeto a ese poder. El mito y la realidad histórica se entrelazan para hablarnos acerca de los orígenes de este pueblo. Hay quienes se inclinan a que los habitantes de Aztlan formaron parte del imperio tolteca, como tributarios, en tanto que otros investigadores piensan que este pueblo siempre estuvo presente dentro de los límites de la Cuenca de México y que Aztlan era un concepto mítico. Sea como fuere, las crónicas nos hablan de un pueblo sometido que, una vez destruido el poder tolteca, se desplaza en busca de tierras promisorias. Muchas fueron las peripecias que tuvieron que enfrentar hasta llegar a asentarse definitivamente en medio del lago de Texcoco, en donde fundan la ciudad de Tenochtitlan en terrenos pertenecientes al señor tepaneca de Azcapotzalco.

Diversas fuentes históricas coinciden en señalar como el año de fundación el de 1325 d.C. Ahora sabemos que el 13 de abril de aquel año tuvo lugar un eclipse solar que comenzó a las 10:54 de la mañana y tuvo una duración de 4 minutos y 6 segundos, conforme a los cálculos de la astronomía moderna (Galindo, 1994). Lo anterior nos lleva a pensar que, ante tal acontecimiento, los sacerdotes mexicas adaptaron la fundación al fenómeno celeste, pues bien sabemos las connotaciones que éste tenía: la lucha entre el Sol y la Luna, entre los poderes diurnos y nocturnos, expresado en varios mitos. También sabemos cómo el mexica quiere emular a sus antecesores toltecas, haciendo suyos varios sucesos de su historia y mitos. Buen ejemplo de esto lo tenemos en el caso de la “peregrinación” mexica y algunos acontecimientos que suceden durante el transcurso de ésta, que nos recuerdan los que ocurren en el curso de la propia “peregrinación” de los toltecas. Otro caso lo vemos cuando el mexica busca las “señales” del lugar en donde habrán de asentarse en medio del lago de Texcoco y encuentran corrientes de agua, una azul y otra roja, con culebras, ranas, peces, tules y otros elementos, todos blancos, al igual que los toltecas lo encontraran al llegar a la ciudad sagrada de Cholula, según la Historia Tolteca-Chichimeca. Al día siguiente de haber encontrado los símbolos toltecas mencionados, lo que legitima el lugar, encuentran los suyos propios, esto es, el águila parada sobre el tunal, símbolo de Huitzilopochtli.

La edificación de la ciudad siguió patrones ya establecidos. Como imagen del cosmos, la nueva ciudad va a orientarse conforme al movimiento solar y a dividirse en cuatro cuadrantes, como ocurriera en la antigua ciudad de Teotihuacan. Según algunos cronistas, como Fernando Alvarado Tezozómoc (1975) y fray Diego Durán (1951), fue su dios Huitzilopochtli quien instruyó la manera en que debía de establecerse la ciudad. Así, en medio de los cuatro barrios se establece el centro fundamental que forma el espacio sagrado o de habitación de los dioses.

 

Matos Moctezuma, Eduardo, “Posclásico Tardío (1200-1521 d.C.). El dominio mexica”, Arqueología Mexicana núm. 86, pp. 58-63.

 

Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del INAH.

 

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