Aroma de copal para purificar

Lorena Vázquez Vallin

En las fuentes históricas se narra que la actividad consistía en colocar carbón en un sahumador, añadir la resina o plantas fragantes y orientar el recipiente hacia los cuatro puntos cardinales para luego depositar el contenido en un brasero. Esta ceremonia se realizaba tanto en ámbitos domésticos como en templos, acompañando festividades del calendario solar o eventos especiales.

El humo y el aroma del copal purificaban imágenes, objetos, entornos y personas, y funcionaban a su vez como un medio para establecer un enlace directo con los dioses para obtener sus beneficios. Fray Diego Durán refiere que este acto de sahumar tenía lugar repetidamente a lo largo del día y la noche, y constituía una práctica significativa tanto en la vida cotidiana de las personas como en celebraciones religiosas en los templos, e incluso tan trascendentes como la llegada de un nuevo gobernante al trono.

Las primeras ofrendas que se localizaron durante la temporada de campo fueron la 152 y la 155. Son contemporáneas y ambas fueron localizadas bajo el piso de la etapa IVa (1440- 1469) de la Plaza Oeste, al pie del Templo Mayor y hacia el sureste del Cuauhxicalco. Durante las excavaciones fue posible observar la secuencia estratigráfica del depósito; antes de colocar las ofrendas, los artífices de este conjunto rompieron el piso de estuco de la etapa constructiva anterior para posteriormente colocar el grupo de dones y cubrirlo directamente con una capa de tierra que sirvió como base para poner el piso de la plaza con lozas en bajorrelieve de la etapa IVa.

La ofrenda 152 contenía un grupo de siete sahumadores del tipo Texcoco Compuesto, que fueron colocados formando una línea en dirección oriente-poniente, con la cazoleta boca arriba en todos los casos. Dos de ellos fueron depositados de manera individual y un tercero tenía otros cuatro sobrepuestos a su cazoleta. Aunque algunos están más completos que otros, ninguno de ellos se depositó entero y parecen haberse “matado” ritualmente.

Es decir, es probable que quienes los colocaron los rompieran intencionalmente durante la ceremonia, para después quedarse con una parte de ellos y dejar la otra en el conjunto oblatorio. De casi todos ellos, se encontraron únicamente las cazoletas; los mangos y remates estaban ausentes, salvo en un caso donde aparecieron incompletos.

Imagen: Ofrenda 152. a) Ofrenda al momento de su excavación. b) Algunas de las cazoletas ya intervenidas por el equipo de restauración. Ilustración y fotos: Programa de Arqueología Urbana / INAH.

Lorena Vázquez Vallin. Pasante de la licenciatura en arqueología por la ENAH. Jefa de campo del Proyecto Guatemala, 24. Investigadora del Programa de Arqueología Urbana del Museo del Templo Mayor.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Vázquez Vallin, Lorena, “Ofrendas de sangre y copal en la Plaza Oeste del Templo Mayor de Tenochtitlan”, Arqueología Mexicana, núm. 185, p. 60-67.