Una representación del Sol

Manuel A. Hermann Lejarazu

Eduard Seler, investigador alemán de principios del siglo XX, menciona que en el rostro: “están insertas una especie de fauces de fiera –de jaguar o de serpiente–, con la lengua colgante…” (Seler, 1980, II, p. 48). Por su parte, ya vimos que Elizabeth Hill Boone identifica el hocico de un canino para resaltar el aspecto de un Xólotl negro. Pero, desde nuestro punto de vista, la mandíbula de la entidad sagrada corresponde a la de un cipactli y no a la de un cánido o un jaguar.

Además, las manchas o pústulas que se observan en manos y pies pudieran corresponder, tal vez, a las verrugas o glándulas que caracterizan a los sapos. Miller y Taube (1993, p. 168) destacan que, en el arte maya del Clásico, hay un claro traslape iconográfico entre sapos y jaguares, como si los sapos fueran grandes depredadores de sus diminutos mundos. Incluso en los murales de Cacaxtla hay un sapo que tiene el cuerpo del mismo color y las manchas que un jaguar.

Si estuviéramos frente a un Xólotl, otros elementos deberían destacarse, como una nariz u hocico más rollizo, típico de la deidad y representada en color azul. También la imagen portadora del Sol no tiene la oreja cortada, que es otro elemento diagnóstico, y las manos no muestran las garras de tipo águila que acompañan a Xólotl en el Códice Borgia.

Coincidimos, desde luego, con la imagen de un Sol nocturno, pues el rostro del personaje lleva una línea roja en forma curva detrás del ojo que se prolonga hasta la mejilla. Además, lleva una diadema de mariposa para sujetarle el pelo encrespado y porta nariguera tubular de jade que es otro distintivo esencial del Sol.

El disco en sí mismo despide rayos en color rojo hacia todas direcciones, además de intercalarse llamas de fuego en amarillo. Pero su carácter nocturno se aprecia en los anillos exteriores del disco con bordes grises y negros y el perímetro cubierto de ojos estelares.

Imagen: El Sol nocturno como deidad creadora del maíz. Códice Borgia, lám. 43. Foto: Biblioteca Nacional de Antropología e Historia. Sapo con piel de jaguar. Muro oeste del Templo Rojo, Cacaxtla. Foto: cortesía del proyecto “La pintura mural prehispánica en México”.

Manuel A. Hermann Lejarazu. Doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM. Investigador en el CIESAS-D.F. Se especializa en el análisis de códices y documentos de la Mixteca, así como en historia prehispánica y colonial de la región. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Hermann Lejarazu, Manuel A., “El Sol como un enorme sapo”, Arqueología Mexicana, núm. 174, pp. 78-79.